TE DECLARO PURO (Jesús sanando al leproso)
Quienes hemos sufrido en carne propia los textos bíblicos que se recitan
para afirmar que Dios condena a las personas homosexuales, en la mayoría de los casos hemos tenido la necesidad de profundizar en esos cinco o
seis textos para encontrar seguridad y afirmación en cuanto a que Dios nos ama
a todas y todos.
Esta breve reflexión nos puede ayudar a encontrar esa misma respuesta
pasando por alto todos esos textos que
por supuesto no se refieren a personas que se aman y se respetan.
1) La Impureza en la Biblia Hebrea
Un aspecto fundamental de la Ley básica de Israel fue su preocupación por lo que podríamos
llamar una ética de la “pureza” que fue una de las principales fuerzas que mantuvieron al pueblo “separado” del resto de las
naciones.
Pertenecer al pueblo de Dios implicaba guardar las reglas de pureza establecidas por la Ley o Torá las cuales
abarcaban distintos aspectos de la
conducta humana y convenciones
sociales. Dichas reglas estaban casi siempre vinculadas a los
límites físicos del cuerpo, especialmente lo que se podía comer, lo que se podía tocar o
todo aquello con lo que se tenía contacto o se podía comunicar a través del
cuerpo humano. Existían ciertas cosas que se consideraban intrínsecamente impuras, y esa impureza podía
transmitirse a las personas que entraban en contacto con ellas en tanto la Ley siempre
proveía las reglas necesarias para que la persona pudiera recuperar su estado
de pureza.
Aunque muchas reglas individuales de pureza se encuentran diseminadas a
lo largo de los cinco libros de la Ley, la colección más substancial se
presenta en el libro de Levítico donde se
enfatiza mucho la preocupación
por las consecuencias históricas de la impureza tanto para la tierra de Canaan
como para los israelitas. (“Guardad pues mis observancias: no
practiquéis ninguna de las costumbres abominables que se practicaban antes de
vosotros, ni os hagáis impuros con ellas” Lv 18:30)
Dicho esto, es fácil advertir que
casi todos los aspectos de la actividad sexual estaban contenidos dentro de las reglas de pureza y que todas aquellas
actividades sexuales no permitidas eran
por consiguiente fuentes
de contaminación.
Bastará decir que los gentiles estaban por fuera del sistema de pureza
de Israel y por lo tanto eran
considerados impuros por naturaleza. Entre los excluidos también se contaba a los eunucos (Dt 23.1) que bien podían ser considerados representantes de una
minoría sexual en su época.
En este contexto, los actos sexuales entre varones israelitas del mismo sexo (Lv 18:20 y 20:13) eran considerados actos impuros.
2) La Pureza en la Enseñanza de Jesús
En los evangelios Jesús se
presenta tomando una actitud muy radical con respecto a las tradiciones y las
reglas de pureza de los israelitas lo cual le
significó la oposición de los representantes de la religión oficial de su
época.
Así nos encontramos con un Jesús que no tiene problemas en transgredir y
poner de lado las reglas de pureza
física para reemplazarlas por otra regla superior: la de la “pureza
del corazón”.
En el evangelio de Marcos esta idea queda muy clara en relación al
lavado de manos antes de comer, un asunto de mucha importancia para cualquier
judío ordinario (7:4)
Jesús convoca a la multitud para responder a los líderes religiosos : “Oídme todos y entended: nada hay fuera del
hombre que entre en él que le pueda
contaminar, pero lo que sale de él, eso es lo que contamina (hace impuro) al
hombre” (7:14-15) cosa que más tarde
aclara
privadamente a sus discípulos “¿No
entendéis que todo lo de fuera que entre al hombre no le puede contaminar
porque no entra en su corazón”(7:18-19)
explicando que lo que realmente contamina al hombre son
las “maldades “ que salen del corazón
(7:20-23)
Como también ocurre en el
evangelio de Lucas, en Marcos Jesús se comporta de modo consistente a su
comprensión de la pureza: asociándose
con los cobradores de impuestos y con los pecadores (2:14-17), tocando a un
leproso (1:41), a un cadáver (5:41) y siendo tocado por una mujer enferma
de hemorragia (5:25-34), todos ellos impuros, y obviamente rechazados, discriminados y
despreciados por su cultura y por la religión.
Por otro lado en el evangelio de Mateo encontramos un elemento de contraste entre pureza y otras normas éticas, pues una
prostituta que observa “la justicia, la
misericordia y la fe” (23:23) podrá entrar al Reino delante de los religiosos que eran meticulosos
con las reglas de pureza pero negligentes con
esas virtudes fundametales.
Curiosamente en este evangelio la
genealogía de Jesús incluye algunos elementos foráneos impuros y
escandalosos. Comienza con Abraham que recibió la promesa, pasa por Jacob
el ancestro de Israel y llega a David,
el fundador de la línea real. Pero es
radical en la inclusión de cuatro mujeres que comparten dos características de
mala reputación dentro de los códigos de pureza hebreos: al menos tres –y posiblemente las cuatro-
eran gentiles y todas estuvieron involucradas en alguna forma de violación de
los códigos sexuales.
3) La Pureza en la Iglesia Primitiva
Considerando la importancia que tenía la pureza dentro de la tradición Hebrea,
todo grupo religioso judío del primer siglo estaba obligado a fijar su posición
sobre ella y los primeros cristianos no fueron una excepción a esta regla.
En efecto, en la medida que el movimiento cristiano se fue expandiendo
hacia los judíos de habla griega, de Palestina y de la Diáspora y después a los gentiles, muy pronto tuvo que soportar
su primera gran prueba en relación a la vigencia de la Torá y las correspondientes reglas de pureza entre los
miembros que no eran judíos. Las fuertes
tensiones que se dieron dentro del seno de la iglesia y su posterior resolución
tienen un inmenso significado y nos dejan un importante ejemplo y enseñanza que no siempre fueron debidamente
valorados. Y aunque su lectura y
aplicación es muy amplia, tiene una relevancia especial en lo que respecta a la cuestión homosexual
considerando que la Ley no la trataba términos
de injusticia o de pecado, sino
de impureza.
¿Cuál fue la posición que tomó el
movimiento cristiano desde su mismo origen con respecto a la pureza? En el libro de Hechos encontramos una
enfática respuesta a esta pregunta en la
visión de Pedro narrada en el capítulo 10.
Fue en realidad una visión doble en la que cada parte confirma a la otra.
La primera visión no fue concedida a Pedro sino a un
centurión gentil del ejército romano de nombre Cornelio. Cornelio
creía en el Dios de Israel y era generoso en las limosnas (10:2) pero
sin embargo nunca se había convertido al Judaísmo permaneciendo incircunciso y
por lo tanto impuro. Entrada la tarde
se le aparece un ángel que le manda enviar
por un tal Simón Pedro quien tendría un
importante mensaje para él de parte de
Dios. La visión de Pedro ocurre un poco antes de la llegada de los mensajeros
de Cornelio. Estaba con hambre esperando
la comida del medio día, cuando vio un lienzo que bajaba el cielo con toda
clase de animales, muchos de ellos -si
no todos- impuros, al tiempo que una voz
del cielo le ordenaba que mate y coma, a
lo que Pedro responde que no, pues nunca
comería ninguna cosa impura. Este diálogo se
repitió tres veces hasta que el lienzo fue subido de regreso al cielo. De acuerdo a Lucas, en ese momento Pedro no
comprendió el significado de la visión. Llegados los mensajeros y persuadido por la
voz del Espíritu se encaminó al
encuentro con Cornelio acompañado por un
grupo de creyentes. Allí Pedro relata su propia visión y explica
su significado –un significado que en ese instante se hace claro en su mente-
“ustedes saben que a un judío no le está
permitido juntarse con un extranjero ni entrar en su casa; pero a mi me
ha mostrado Dios que no llame a ninguna persona profana o impura” (10:28) “y
entonces Pedro abriendo la boca (lo cual indica
que estaba por pronunciar algo
muy importante) dijo: en verdad comprendo que Dios no hace acepción de
personas”
El grupo familiar congregado en casa de Cornelio escucha entonces la predicación del evangelio, cae sobre ellos el Espíritu
Santo y son todos bautizados.
Por aquellos tiempos, muchos conversos judíos objetaban la idea de
que los gentiles pudieran ser cristianos.
Objetaban por ejemplo el hecho de que Pedro visitara y comiera con ellos (11:1-3). Y especialmente porque compartir la comida
era una de las formas básicas de expresar la membresía dentro de las primeras
comunidades cristianas (2:46) Como
muchos de esos primeros cristianos sólo compartían las comidas en estado
de pureza, la inclusión de creyentes gentiles a la comunidad creó un problema bastante serio en cuanto a
las relaciones entre los miembros en términos de la pureza de los alimentos que compartían.
De hecho Lucas reconoce la seriedad del
asunto cuando repite la historia
completa de Cornelio frente a los ancianos en Jerusalén asegurando que los
lectores de Hechos también la lean dos
veces.
Y según el propio relato de Lucas, el episodio en la casa de Cornelio
llegó a ser un acontecimiento
fundamental para la comprensión y
posterior desarrollo de la iglesia.
Pero la misión a los gentiles ya había comenzado separadamente en Antioquia
por iniciativa de judíos de habla griega que escaparon de Jerusalén cuando se inició allí la persecución. Como algunos de ellos predicaban que era necesaria la circuncisión para ser salvos se generó división en la comunidad (15:1).
Como consecuencia de ello y para encontrar una solución al problema tuvo lugar el primer concilio de la
iglesia cristiana conocido como concilio de Jerusalén donde Pedro relataría su
experiencia con Cornelio. Dios –dijo
Pedro- “no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros habiendo pronunciado
sus corazones limpios por la fe” (15:9).
En otras palabras, la iglesia,
según se desprendía de esa tan
importante experiencia, no debería
requerir la circuncisión de los gentiles conversos ni tampoco considerarlos
impuros.
Sin embargo Pedro fue aún más allá al preguntarles “porqué tentáis a Dios poniendo sobre el
cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos
llevar ” (15:10) -haciendo referencia a la observancia de la Ley o Torá- pues
“nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia de Señor Jesús”.
El peso de la evidencia y su efecto sobre la asamblea, hizo que
Santiago, el hermano de Jesús, como
presidente del concilio resumiera el consenso de los presentes el cual fue “no
molestar a los gentiles que se convierten al Señor”
Sólo la insistencia del Espíritu Santo más la predisposición de esos creyentes tan arraigados a la tradición judía
pudo conducirles a romper con el mayor de todos los límites de pureza aceptando
a los gentiles impuros dentro de la comunidad de fe. Y esto bajo la convicción de que cualquier
otro curso de acción implicaría violar
la realidad fundamental de la gracia de Dios.
Y en sintonía con esto, el libro de Hechos deja claro que el evangelio de Jesucristo también tiene
lugar para los eunucos. Curiosamente fue uno de ellos el primer convertido y bautizado gentil a través de la predicación Felipe (8:26-40), otra
cuestión de mucha importancia para nosotros.
4) La Teología de Pablo
Vimos que en Hechos 15:10 Pedro
se refirió a la Ley como un yugo que ni los mismos judíos podían llevar. En Gálatas 5:2 Pablo
dice que “para ser libres nos libertó Cristo” y hace también referencia a la Ley como “yugo de la
esclavitud” por la que no debemos
dejarnos oprimir. En Colosenses 2, escribe que a través de Cristo, Dios “nos
perdonó todos los pecados y anuló la deuda que teníamos pendiente por los requisitos
de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz”
mientras que en los Evangelios Jesús se
describe como el cumplimiento de la Ley,
en Romanos 10:4 “Cristo es el fin
de la ley” y Hebreos 8:13 dice que el antiguo pacto se ha “declarado obsoleto,”
porque Cristo es la base de la nueva alianza, liberando a los Cristianos de la Antigua Ley.
Y con respecto a los
preceptos de pureza, Pablo señala que
“nada es impuro en sí mismo” (Ro 14:14)
dejando claro que las reglas de
pureza no tienen ninguna importancia en Cristo.
5) Conclusión:
Implicancias para Nuestra Vida
como Cristianos LGBT
Según la Ley, los actos sexuales entre varones israelitas,
junto a una cantidad de preceptos que
los cristianos desde un principio jamás observaron
estaban englobados dentro de la categoría de actos impuros (Lv 18:30), señalados de ese modo además por Pablo en su discurso a los judíos
“piadosos” de Romanos capítulos 1 y 2 (Ro:1:24)
Ahora bien, como ya quedó claro, habiendo
sido declarada obsoleta la ética hebrea de la pureza, entonces la vigencia o no de esos preceptos corresponderá ser analizada a la luz
de otra ética diferente, es decir de
una nueva ética que no puede ser otra que la que se desprende de la
enseñanza de Jesús en los evangelios (Mt 22:34-40) , es decir la ética del amor que se expresa en la
sentencia de Pablo “quien ama al prójimo ha cumplido la ley,… (porque) el amor no hace mal al prójimo” (Ro 13:8,10).
De acuerdo a la ética evangélica,
los actos y conductas reprobables son
simplemente aquellos que “hacen mal al
prójimo” justamente porque no parten del
amor, pues como enseñan Jesús y Pablo, cuando amamos al prójimo
indefectiblemente estamos respetando y cumpliendo todos los mandamientos.
En definitiva, Pablo nos dice que quien
no hace mal al prójimo cumple con la ley de Dios.
Según la nueva ética que reemplaza a la anterior, en el terreno de las conductas sexuales, toda relación
entre dos personas adultas (ya sea de
igual o de distinto sexo) que no fuere materia de mutua responsabilidad y respeto, que resultara
contraria al bien común de ellas o
comprendiere alguna forma de
abuso u opresión, será contraria a las
enseñanzas del evangelio porque son conductas que hacen mal al prójimo, o sea conductas que hacen daño.
Mientras que las relaciones
responsables, de mutualidad,
equidad, respeto, etc. siempre serán buenas porque partiendo del amor, no hacen más que bien a los
que se aman, les trae alegría, sentido a la vida y rompen con la soledad. Es decir, nunca pueden ser pecado.
Es así de simple.
Marcelo Sáenz
CEGLA, 2012