lunes, 9 de julio de 2012

Te Declaro Puro (Reflexiones 2012)


TE DECLARO PURO    (Jesús sanando al leproso)

Quienes hemos sufrido en carne propia los textos bíblicos que se recitan para afirmar  que Dios condena  a las personas homosexuales,  en la mayoría de los casos hemos tenido  la necesidad de profundizar en esos cinco o seis textos para encontrar seguridad y afirmación en cuanto a que Dios nos ama a todas y todos.

Esta breve reflexión nos puede ayudar a encontrar esa misma respuesta pasando por alto todos esos textos  que por supuesto no se refieren a personas que se aman y se respetan.

1) La Impureza en la Biblia Hebrea

 Un aspecto fundamental de la Ley básica de Israel  fue su preocupación por lo que podríamos llamar una  ética de la “pureza” que fue  una de las principales fuerzas que  mantuvieron  al pueblo “separado” del resto de las naciones.

Pertenecer al pueblo de Dios implicaba guardar las reglas de pureza  establecidas por la Ley o Torá las cuales abarcaban distintos aspectos  de la conducta humana y  convenciones sociales.  Dichas  reglas estaban casi siempre vinculadas a los límites físicos del cuerpo, especialmente  lo que se podía comer, lo que se podía tocar o todo aquello con lo que se tenía contacto o se podía comunicar a través del cuerpo humano.  Existían ciertas   cosas  que se consideraban  intrínsecamente impuras, y esa impureza podía transmitirse a las personas que entraban en contacto con ellas en tanto la Ley siempre proveía las reglas necesarias para que la persona pudiera recuperar su estado de pureza.

Aunque muchas reglas individuales de pureza se encuentran diseminadas a lo largo de los cinco libros de la Ley, la colección más substancial se presenta en el libro de Levítico donde se  enfatiza mucho  la preocupación por las consecuencias históricas de la impureza tanto para la tierra de Canaan como  para los israelitas. (“Guardad pues mis observancias: no practiquéis ninguna de las costumbres abominables que se practicaban antes de vosotros, ni  os hagáis impuros con ellas” Lv 18:30)

Dicho esto, es fácil advertir  que casi todos los aspectos de la actividad sexual estaban contenidos dentro   de las reglas de pureza y que todas aquellas actividades sexuales  no permitidas eran por  consiguiente   fuentes de contaminación.

Bastará decir que los gentiles estaban por fuera del sistema de pureza de Israel  y por lo tanto eran considerados impuros por naturaleza.  Entre  los excluidos también se contaba a  los eunucos (Dt 23.1) que bien  podían ser considerados representantes de una minoría sexual en su época.

En este contexto, los actos sexuales entre varones israelitas  del mismo sexo (Lv 18:20 y 20:13)  eran considerados actos  impuros.

 2)  La Pureza en la Enseñanza de Jesús

En  los evangelios Jesús se presenta tomando una actitud muy radical con respecto a las tradiciones y las reglas de pureza de los israelitas lo cual   le significó la oposición de los representantes de la religión oficial de su época.

Así nos encontramos con un Jesús que no tiene problemas en transgredir y poner de lado  las reglas de pureza física para reemplazarlas por  otra  regla superior: la de la  pureza del corazón”. 

En el evangelio de Marcos esta idea queda muy clara en relación al lavado de manos antes de comer, un asunto de mucha importancia para cualquier judío ordinario (7:4)

Jesús convoca a la multitud para responder  a los líderes religiosos : “Oídme todos y entended: nada hay fuera del hombre que  entre en él que le pueda contaminar, pero lo que sale de él, eso es lo que contamina (hace impuro)  al hombre” (7:14-15) cosa que  más tarde  aclara  privadamente a sus discípulos “¿No entendéis que todo lo de fuera que entre al hombre no le puede contaminar porque no entra en su corazón”(7:18-19)   explicando  que lo que realmente contamina al hombre son las “maldades “ que salen del corazón (7:20-23)

Como también  ocurre en el evangelio de Lucas, en Marcos Jesús se comporta de modo consistente a su comprensión de la pureza:  asociándose con los cobradores de impuestos y con los pecadores (2:14-17), tocando a un leproso (1:41), a un cadáver (5:41) y siendo tocado por una mujer enferma de  hemorragia (5:25-34),  todos ellos impuros,  y obviamente rechazados, discriminados y despreciados por su  cultura  y por la religión. 

Por otro lado en el evangelio de Mateo encontramos  un elemento de contraste entre  pureza y otras normas éticas, pues una prostituta que observa  “la justicia, la misericordia y la fe” (23:23) podrá entrar al Reino  delante de los religiosos que eran meticulosos con las reglas de pureza pero negligentes con  esas virtudes fundametales.

Curiosamente en este evangelio  la genealogía de Jesús incluye algunos elementos foráneos impuros y escandalosos.   Comienza  con Abraham que recibió la promesa, pasa por Jacob el ancestro de Israel y llega a  David, el fundador de la línea real.  Pero es radical en la inclusión de cuatro mujeres que comparten dos características de mala reputación dentro de los códigos de pureza hebreos:  al menos tres –y posiblemente las cuatro- eran gentiles y todas estuvieron involucradas en alguna forma de violación de los códigos sexuales[1].

3)  La Pureza en la Iglesia Primitiva

 Considerando la importancia que tenía  la pureza dentro de la tradición Hebrea, todo grupo religioso judío del primer siglo estaba obligado a fijar su posición sobre ella y los primeros cristianos no fueron una excepción a esta regla.

En efecto, en la medida que el movimiento cristiano se fue expandiendo hacia los judíos de habla griega, de Palestina y de la Diáspora y después  a los gentiles, muy pronto tuvo que soportar su primera gran prueba en relación a la vigencia  de la Torá y las  correspondientes reglas de pureza entre los miembros que no eran judíos. Las  fuertes tensiones que se dieron dentro del seno de la iglesia y su posterior resolución tienen un inmenso significado y nos dejan un importante ejemplo y  enseñanza que no siempre fueron debidamente valorados.  Y aunque su lectura y aplicación es muy amplia, tiene una  relevancia especial  en lo que respecta a la cuestión homosexual considerando que  la Ley no la trataba  términos  de injusticia o de  pecado, sino de impureza.

¿Cuál fue la posición que tomó  el movimiento cristiano desde su mismo origen con respecto a la pureza?   En el libro de Hechos encontramos una enfática respuesta a esta  pregunta en la visión de Pedro narrada en el capítulo 10.  Fue en realidad una visión doble en la que cada parte confirma a la otra.  La primera visión no fue concedida a Pedro sino a un centurión gentil del ejército romano de nombre Cornelio.  Cornelio  creía en el Dios de Israel y era generoso en las limosnas (10:2) pero sin embargo nunca se había convertido al Judaísmo permaneciendo incircunciso y por lo tanto impuro.   Entrada la tarde se le aparece un ángel  que le manda enviar por un tal Simón Pedro quien  tendría un importante mensaje para él  de parte de Dios.  La visión de Pedro ocurre  un poco antes de la llegada de los mensajeros de Cornelio.  Estaba con hambre esperando la comida del medio día, cuando vio un lienzo que bajaba el cielo con toda clase de animales, muchos de ellos  -si no todos- impuros,  al tiempo que una voz del cielo le ordenaba que mate y coma,  a lo que Pedro  responde que no, pues nunca   comería ninguna cosa impura. Este diálogo se repitió tres veces hasta que el lienzo fue subido de regreso al cielo.  De acuerdo a Lucas, en ese momento Pedro no comprendió el significado de la visión. Llegados los mensajeros y persuadido por la voz  del Espíritu se encaminó al encuentro con Cornelio  acompañado por un grupo de  creyentes.  Allí Pedro relata su propia visión y explica su significado –un significado que en ese instante se hace claro en su mente- “ustedes saben que a un judío  no le está permitido   juntarse con un  extranjero ni entrar en su casa; pero a mi me ha mostrado Dios que no llame a ninguna persona profana o impura” (10:28) “y entonces Pedro abriendo la boca (lo cual indica  que estaba por pronunciar  algo muy importante) dijo: en verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas” 

El grupo familiar congregado en casa de  Cornelio escucha entonces la predicación  del evangelio, cae sobre ellos el Espíritu Santo y son todos bautizados.

Por aquellos  tiempos,  muchos conversos judíos objetaban la idea de que los gentiles pudieran ser cristianos.  Objetaban por ejemplo el hecho de que   Pedro visitara y  comiera con ellos (11:1-3).  Y especialmente porque compartir la comida era una de las formas básicas de expresar la membresía dentro de las primeras comunidades cristianas (2:46) Como  muchos de esos primeros cristianos sólo compartían las comidas en estado de pureza, la inclusión de creyentes gentiles a la comunidad  creó un problema bastante serio en cuanto a las relaciones entre los miembros en términos de la pureza de los   alimentos que compartían[2]. De hecho Lucas reconoce la seriedad del  asunto cuando repite la  historia completa de Cornelio frente a los ancianos en Jerusalén asegurando que los lectores de Hechos también  la lean dos veces.

Y según el propio relato de Lucas, el episodio en la casa de Cornelio llegó a ser un acontecimiento  fundamental  para la comprensión y posterior  desarrollo de la iglesia. 

 Pero la  misión a los gentiles  ya había comenzado separadamente en Antioquia por iniciativa de judíos de habla griega que  escaparon de Jerusalén cuando  se inició allí  la persecución[3].  Como algunos de ellos predicaban que era necesaria  la circuncisión para ser salvos se  generó  división en la comunidad (15:1).

Como consecuencia de ello y para encontrar una solución al  problema tuvo lugar el primer concilio de la iglesia cristiana conocido como concilio de Jerusalén donde Pedro relataría   su experiencia con Cornelio.   Dios –dijo Pedro- “no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros habiendo pronunciado sus corazones limpios por la fe” (15:9).  En otras palabras, la iglesia,  según se desprendía de esa  tan importante experiencia,  no debería requerir la circuncisión de los gentiles conversos ni tampoco considerarlos impuros.

Sin embargo Pedro fue aún más allá al preguntarles  “porqué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar ” (15:10) -haciendo referencia a la observancia de la Ley o Torá- pues “nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia de Señor Jesús”.

El peso de la evidencia y su efecto sobre la asamblea, hizo que Santiago, el hermano de Jesús,  como presidente del concilio resumiera el consenso de los presentes el cual fue “no molestar a los gentiles que se convierten al Señor” 

Sólo la insistencia del Espíritu Santo más  la predisposición de esos  creyentes tan arraigados a la tradición judía pudo conducirles a romper con el mayor de todos los límites de pureza aceptando a los gentiles impuros dentro de la comunidad de fe.    Y esto bajo la convicción de que cualquier otro curso de acción implicaría  violar la realidad fundamental de la gracia de Dios.

 Y  en sintonía con esto,  el libro de Hechos deja claro que   el evangelio de Jesucristo también tiene lugar para  los eunucos.  Curiosamente fue uno de ellos  el primer convertido y bautizado  gentil a través de la predicación  Felipe (8:26-40), otra cuestión de mucha   importancia  para nosotros.

4)  La Teología de Pablo

  Vimos que en Hechos 15:10 Pedro se refirió a la Ley como un yugo que ni los mismos judíos podían llevar.  En Gálatas 5:2  Pablo  dice que “para ser libres nos libertó Cristo” y  hace  también referencia a la Ley como “yugo de la esclavitud”  por la que  no  debemos dejarnos oprimir.  En Colosenses 2,  escribe que a través de Cristo, Dios “nos perdonó todos los pecados y anuló la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz” mientras que  en los Evangelios Jesús se describe como el cumplimiento de la Ley,  en Romanos 10:4  “Cristo es el fin de la ley” y Hebreos 8:13 dice que el antiguo pacto se ha “declarado obsoleto,” porque Cristo es la base de la nueva alianza, liberando a los Cristianos de la Antigua Ley.

Y con respecto a los preceptos de pureza, Pablo señala  que “nada es impuro en sí mismo” (Ro 14:14)  dejando claro  que las reglas de pureza no tienen ninguna importancia en Cristo.


  5)  Conclusión:   Implicancias para Nuestra Vida como Cristianos LGBT

Según la Ley, los actos sexuales entre varones israelitas[4], junto a  una cantidad de preceptos que los cristianos  desde un  principio jamás observaron[5]  estaban   englobados   dentro de la categoría de actos impuros (Lv 18:30),  señalados  de ese  modo además  por Pablo en su discurso a los judíos “piadosos”  de  Romanos capítulos 1 y 2  (Ro:1:24)

Ahora bien,  como ya quedó claro, habiendo sido declarada obsoleta la ética hebrea de la pureza, entonces  la vigencia o no de esos  preceptos corresponderá ser analizada a la luz de otra ética diferente, es decir de una nueva ética que no  puede ser otra que la que se desprende de la enseñanza de Jesús en los evangelios (Mt 22:34-40) , es decir la ética del amor que se expresa en la sentencia de Pablo “quien ama al prójimo ha cumplido la ley,… (porque)  el amor no  hace mal al prójimo” (Ro 13:8,10).

De acuerdo a la ética  evangélica,  los actos y conductas reprobables son simplemente  aquellos que “hacen mal al prójimo” justamente  porque no parten del amor, pues  como enseñan  Jesús y  Pablo, cuando amamos al prójimo indefectiblemente estamos respetando y cumpliendo todos los mandamientos.

En definitiva, Pablo nos dice que quien  no hace mal al prójimo cumple con la ley de Dios.

 Según la nueva ética que reemplaza a la anterior, en el terreno de las conductas sexuales, toda relación entre dos personas adultas  (ya sea de igual o de distinto sexo) que no fuere materia de mutua responsabilidad y respeto, que resultara contraria al  bien común de ellas  o    comprendiere  alguna forma de abuso u   opresión, será contraria a las enseñanzas del evangelio porque  son conductas que hacen mal al prójimo, o sea  conductas que hacen daño.

Mientras que las relaciones  responsables,  de mutualidad, equidad,  respeto, etc.  siempre serán  buenas porque  partiendo del amor, no hacen más  que bien a los que se aman, les trae alegría, sentido a la vida  y rompen con la soledad.  Es decir, nunca pueden ser pecado.

 Es así de simple.

Marcelo Sáenz
CEGLA, 2012


[1] Tamar, que era cananita y que actuó de prostituta para engañar a  su suegro Judá teniendo relaciones con él.  Rahab la ramera cananita que protegió a los espías israelitas.  Ruth que era moabita y de acuerdo a Deuteronomio (23:3) tuvo relaciones sexuales con Boaz antes de ser su esposa. Y por último Bestsabé   que cometió adulterio con David.

[2] Particularmente los alimentos que traían los miembros gentiles, que podían ser impuros,  más el origen incierto de los mismos  que bien podían   provenir de sacrificios paganos.
[3] A partir de la muerte de Esteban se inició “una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles” (8:1)
[4] Siendo Levítico 18:22 y 20:13  las únicas citas en todo el Antiguo Testamento que prohíben  conductas sexuales con penetración anal entre varones israelitas (ver Breve Estudio Sobre Biblia y Homosexualidad , CEGLA 2011)
[5] Como comer ciertos alimentos u animales que eran impuros, tocar a la mujer que está en menstruación, cualquier emisión de semen involuntaria o durante un acto sexual, etc.

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