El libro de Cantar de los Cantares comprende un
conjunto poco extenso de poemas de amor donde un varón y una mujer se cantan
mutuamente su amor.
Sorprendentemente
fue uno de los libros más leídos y comentados de
todo el canon cristiano durante A partir de esa interpretación, cristianos y judíos influenciados por sus propios prejuicios sexuales comenzaron a alejarse de este importante libro que ahora dejaba de ser “espiritual” para convertirse en “sexual” ya que sexualidad y espiritualidad se verían como dos opuestos puesto que desde los comienzos del cristianismo el sexo fue visto como una fuerza peligrosa, caótica y antiespiritual. Sabemos que los primeros cristianos fueron muy influenciados por elementos antisexuales presentes en ciertas corrientes filosóficas griegas de la época al punto que la iglesia a lo largo de la historia fue dominada por una gran hostilidad hacia todo lo sexual aún dentro del sexo marital.
Lo cierto es que muchas personas encuentran una profunda dicotomía entre la sexualidad y la espiritualidad, una separación que les impide vivir ambas cosas en plenitud.
Para superar estos conflictos algunas personas han intentado repensar la teología cristiana en una dirección afirmativa de la sexualidad y de lo erótico en un sentido amplio que puede incluir una miríada de aspectos en los que la gente vive o experimenta sus mas profundos deseos y anhelos y que no incluye sólo al sexo sino otras expresiones de inmensa riqueza, tan diversas como el arte, la música, la amistad, la pasión por un deporte, o todo aquello que nos moviliza con toda fuerza y energía. La pasión en un sentido positivo que trasciende lo sexual pero que también lo incluye.
Si nos disponemos a profundizar en esta dirección podremos descubrir que la sexualidad y la espiritualidad no son opuestas sino dos caras de una misma moneda. Es interesante realizar el ejercicio de pensar que palabras vienen a nuestra mente cuando pensamos en la espiritualidad; podríamos citar por ejemplo: plenitud, reverencia, comunión, entrega, conexión, serenidad, amor, relación, dejarse llevar, compartir, etc.
Todas estas ideas igualmente se aplican a la sexualidad
En efecto, la sexualidad y la espiritualidad están
íntimamente entrelazadas, y cuando se afecta una ocurre lo mismo con la otra. Existe una
fuerte conexión entre nuestro transitar
hacia el conocimiento de Dios y el transitar por el cual aceptamos nuestra
realidad sexual. Tanto la espiritualidad como la sexualidad requieren que les demos un espacio dentro de nuestro ser para que se desarrollen saludablemente. Ninguna de ellas podrá prosperar sanamente si vivimos apurados por la vorágine
de los asuntos y los problemas cotidianos. Ambas requieren que estemos
dispuestos a ser afectados por alguien exterior a nosotros: nuestro
amante y Dios.
Volviendo al Cantar de los Cantares (y a algunos
otros textos que podemos descubrir) es
bueno que nos permitamos reflexionar sobre la posibilidad de cultivar una pasión humana
menos dividida por categorías (como
espiritualidad y sexualidad) que nos
permita vivir más plenamente sin
sentirnos reprimidos por el amor erótico que encontramos en esos textos y que además forma parte de nuestra naturaleza
humana puesta por Dios.
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