Recientemente SentidoG.com publicó el siguiente artículo basado tan solo en un estudio sobre el tema:
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Buenos aires.-Monogamia-felicidad, promiscuidad-depresión es la doble correlación que concluye un estudio realizado por los sociólogos Mark Regnerus y Jeremy Uecker, publicado a principios de este año bajo el título “Premarital Sex in America”. A un año de la aprobación del matrimonio igualitario en Argentina, y un mes después de que la misma ley entrara en vigencia en Nueva York, ¿será el compromiso la clave de la felicidad? Algunos formadores de opinión sostienen que los hombres gays no podrían sostener una relación monogámica. ¿Estaremos condenados a la depresión?
La investigación de Regnerus y Uecker analiza el comportamiento sexual entre los adultos jóvenes contemporáneos (18-23 años), encuentra una correlación significativa entre el control de la sexualidad y el bienestar emocional, entre la monogamia y la felicidad, y entre la promiscuidad y la depresión. Los autores se basan en dos conceptos centrales: los “rituales sexuales”, esas reglas no escritas y a menudo inconscientes que guían el comportamiento sexual, y la “economía sexual”, una teoría que sugiere que la relativa escasez de hombres en las universidades contribuye a aumentar su “demanda” por parte de las mujeres y, por ende, a disminuir el “valor” que ellos asignan al compromiso en una relación.
Como era de esperarse, semejantes conclusiones desencadenaron comentarios a favor y en contra, que todavía hoy se continúan respondiendo y contraargumentando. Uno de los defensores de este estudio es el periodista Ross Douthat, quien en su columna del New York Times ha ido incluso más allá, al destacar dos fortalezas de la monogamia en las relaciones heterosexuales: que la correlación monogamia-felicidad sería más fuerte en las mujeres, y que la unión entre un hombre y una mujer tiene como objetivo la producción directa de bebés. Son dos razones por las que el periodista afirma, además, que una relación entre hombres gays está destinada a fracasar, y que los matrimonios gays socavan la institución, incluso para las parejas heterosexuales.
Por su parte, el escritor John Corvino le ha respondido a Douthat directamente en su columna “The Gay Moralist”, tranquilizándolo respecto del riesgo que sufriría el matrimonio heterosexual a partir del homosexual. “Permitir que los gays se casen no cambiará el hecho de que el sexo heterosexual produzca bebés directamente, o que sus relaciones incluyan a una mujer”, ha declarado Corino. “Asimismo, no cambiará el hecho de que al menos la mitad de las parejas del mismo sexo sean mujeres”.
Se calcula que en Argentina se han celebrado alrededor de 2.700 casamientos igualitarios, el 60% de los cuales han sido parejas de varones. Si, de acuerdo con los razonamientos de Douthat, son parejas condenadas al fracaso, ¿qué será lo que los empujó hacia tal sinsentido? ¿El pánico a la depresión? ¿La testarudez? ¿Un capricho? ¿O el amor?
La investigación de Regnerus y Uecker analiza el comportamiento sexual entre los adultos jóvenes contemporáneos (18-23 años), encuentra una correlación significativa entre el control de la sexualidad y el bienestar emocional, entre la monogamia y la felicidad, y entre la promiscuidad y la depresión. Los autores se basan en dos conceptos centrales: los “rituales sexuales”, esas reglas no escritas y a menudo inconscientes que guían el comportamiento sexual, y la “economía sexual”, una teoría que sugiere que la relativa escasez de hombres en las universidades contribuye a aumentar su “demanda” por parte de las mujeres y, por ende, a disminuir el “valor” que ellos asignan al compromiso en una relación.
Como era de esperarse, semejantes conclusiones desencadenaron comentarios a favor y en contra, que todavía hoy se continúan respondiendo y contraargumentando. Uno de los defensores de este estudio es el periodista Ross Douthat, quien en su columna del New York Times ha ido incluso más allá, al destacar dos fortalezas de la monogamia en las relaciones heterosexuales: que la correlación monogamia-felicidad sería más fuerte en las mujeres, y que la unión entre un hombre y una mujer tiene como objetivo la producción directa de bebés. Son dos razones por las que el periodista afirma, además, que una relación entre hombres gays está destinada a fracasar, y que los matrimonios gays socavan la institución, incluso para las parejas heterosexuales.
Por su parte, el escritor John Corvino le ha respondido a Douthat directamente en su columna “The Gay Moralist”, tranquilizándolo respecto del riesgo que sufriría el matrimonio heterosexual a partir del homosexual. “Permitir que los gays se casen no cambiará el hecho de que el sexo heterosexual produzca bebés directamente, o que sus relaciones incluyan a una mujer”, ha declarado Corino. “Asimismo, no cambiará el hecho de que al menos la mitad de las parejas del mismo sexo sean mujeres”.
Se calcula que en Argentina se han celebrado alrededor de 2.700 casamientos igualitarios, el 60% de los cuales han sido parejas de varones. Si, de acuerdo con los razonamientos de Douthat, son parejas condenadas al fracaso, ¿qué será lo que los empujó hacia tal sinsentido? ¿El pánico a la depresión? ¿La testarudez? ¿Un capricho? ¿O el amor?
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